jueves, 24 de septiembre de 2009

En la curva debajo del árbol



En la curva debajo del árbol.

Mientras iba en mi carro...



Una llamada de una muy buena amiga tocó a la puerta de mis recuerdos, los que de vez en cuando se escapan a dar unas vueltas, emigrando hacia el olvido pero regresando a los años vestidos de nostalgia, risas y alegrías. Fue la canción "Yo soy malo" de Carlos Manuel, artista cubano con un sabor tropical único, la que inspiró a que se propiciara esa llamada, que de paso abrió el baúl de mis memorias habaneras, sacando del mismo el único bártulo latinoamericano que al momento poseo.

La visita que realicé a Cuba en diciembre del año 2000 fue única y sorprendente, exquisita y sabrosa, detallada y amplia, fina y pueblerina, con sabores caribeños que en ningún momento afloraron el "sin sabor" de la realidad de la que muchos, sin haber pisado esta tierra, critican. Su gente tan alegre, navega en un ambiente tan diferente al mío pero en una misma embarcación con numeración caribeña, abordada por ilusiones de esperanza, sin saber que la diferencia entre un lado y otro es meramente "cosmética".

Varios días de caminatas hacía la Universidad de la Habana fueron los que inundaron mi cabeza de los recuerdos que no se olvidan, de los que se quedan en la "materia gris", de los que me llevaré a la tumba. La escalinata de la universidad, con su estatua al final de ella, era impresionante, y aunque no era la más larga de todas el pensar que la tenía que subir luego de esa caminatita mañera me causaba trabajo. En ese lapso también pude ver sus carros, adornados de tiempo e inventiva, que luego de 50 años todavía siguen en marcha.

Y ni hablar de la vida nocturna, de los lugares bailables en los que la gente sudaba "salsa". Es increíble que luego de ocho años de haber estado allá todavía tenga las ganas de volver.

Pero, por qué el título de esta nota, En la curva debajo del árbol? Sencillo, porque en uno de esos días mientras daba mis caminatas mañaneras de las que estoy documentando, en una de las curvas y en la que había un arbol aguanté, COMO NUNCA, las ganas de ir al baño. Fueron muchos minutos de luchas internas con mi ser, fueron muchos minutos de dolores naturales que se apoderaron de mi físico, fueron muchos minutos de 'por pocos' que hubieran adornado mi pantalón de color marrón. Así que, cuando se bañen en el hotel no se beban el agua que sale de la 'pluma'. Jejeje.

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