Su valentía y la clara visión de lo que es correcto y digno fueron algunos de los detalles que caracterizaron a Lolita Lebrón, una fiel creyente y asidua guerrera de la causa de independencia de Puerto Rico.
Son pocos los que se arman de valor y de pistola y hacen lo que ella hizo en aquellos tiempos donde mencionar las primeras letras de la palabra independencia era un pecado casi mortal, y me refiero a su gesta del año 1954 cuando de su pistola varios disparos se adueñaron de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, agenciándose 25 años de cárcel por dicho hecho.
Es admirable que existan personas con el carácter y temple que tenía Lebrón, quien sacrificó en prisión más de un cuarto de su vida por el ideal correcto, el ideal que debe ser, el ideal puro y digno, la manera inteligente de ver las cosas y no como la ven los ‘eñangotaos’ que anhelan la estadidad o los confundidos por el confuso Estado Libre Asociado, fórmula que en ocasiones los mismos que la promulgan no la entienden. Bajo estas confusiones el lema de muchos puertorriqueños debe ser: “Soy boricua y el más patriota cuando juega el equipo nacional de baloncesto y Tito Trinidad da un nocaut pero a la vez doblo las rodillas y bajo la cabeza cuando el gringo habla”.
Lo cierto es que un número insignificante de disparos a un ente imperial no se deben comparar ni juzgar con el sin número de ataques y ocupaciones que los Estados Unidos ha hecho en varios países a través de los años. Lolita es una de esas pocas personas que dormía en paz y con la conciencia tranquila, teniendo como norte la dignidad de un pueblo que durante toda su historia siempre ha sido sometido, en un tiempo por el español y en los últimos 100 años por el anglosajón americano.
Al final del día, digan lo que digan, se hace lo que dicta el ‘gringo’ y eso Lolita lo quería cambiar. Que descanses en paz compatriota.
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